Hoy el presidente durante casi dos décadas de la Asociación Catalana de Víctimas de las Organizaciones Terroristas y superviviente del atentado de ETA en los grandes almacenes Hipercor de Barcelona, el más sanguinario del grupo con 21 víctimas el 19 de junio de 1987, se ha entrevistado cara a cara en la cárcel alavesa de Zaballa con el etarra condenado por la matanza, dentro del programa de reinserción de terroristas arrepentidos, a petición del preso. Me ha recordado inmediatamente el célebre discurso en que el presidente de la República Manuel Azaña propuso en plena guerra civil “paz, piedad, perdón” a ambos bandos enfrentados, un discurso pronunciado el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona, donde residía por aquel
entonces el gobierno legal del Estado. La solemne propuesta de Azaña resbaló por completo sobre la piel del general Franco y lo siguió haciendo durante los 37 años siguientes de su régimen, hasta que va murió de viejo en la cama. Hoy parece que la magnanimidad de la “paz, piedad, perdón” argumentada por el presidente Azaña puede abrirse más camino que entonces, por fortuna. Sería un paso histórico más valioso todavía si se hiciese extensivo a la actual guerra económica por parte de las élites nacionales e internacionales, los responsables de la situación y de su eventual salida, en particular el gobierno de Alemania (el país más extenso, más poblado y más próspero de Europa occidental), tan cargado de responsabilidades viejas o nuevas en los dramas europeos del siglo XX y del siglo XXI.
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