9 dic 2013

Las maestras de escuela merecen un monumento no solo honorífico

Desde la época en que llevaba a mis hijos a la escuela, el oficio de maestra (el 86 % son mujeres en primaria y el 58 % en secundaria) me ha parecido sencillamente heroico, además de decisivo en cualquier sociedad civilizada o aspirante a serlo. Ahora ya no llevo a los hijos a la escuela pero mi admiración ante el oficio de maestra ha crecido más aun, desde que la Generalitat ha recortado la inversión por cada estudiante no universitario de Cataluña en un 27 % desde 2011 y le dedica el mismo presupuesto que en 2007, cuando había 400.000 alumnos menos escolarizados. La consellera Rigau ha manifestado que no se volverá a
construir una escuela en Cataluña durante los próximos diez años, mientras que los barracones han crecido el presente curso hasta 1.008 (unos 20.000 alumnos) en 405 centros escolares catalanes. La inversión en educación en Cataluña es hoy inferior a la media española y europea, sin que eso tenga nada que ver con las extravagancias de la reciente ley Wert.
Las escuelas catalanas han perdido 3.769 profesores y han incrementado 42.455 alumnos tan solo en los últimos tres años, según el anuario 2013 de la Fundación Jaume Bofill. El codirector de este informe, el catedrático Miquel Martínez, subraya: “Se necesitan medidas redistributivas de recursos con las que intentar reducir la desigualdad social”.
Hoy en Cataluña uno de cada cuatro alumnos abandona los estudios antes de los 16 años. A pesar de todo, el porcentaje de estudiantes que obtienen un título postobligatorio (de bachillerato o de formación profesional) ha aumentado en 5,5 puntos. Otra cosa muy distinta es el reparto de ese porcentaje por franjas sociales o bien la cantidad de jóvenes entre 18 y 24 años que ni estudian ni trabajan, que es del 24,8 % actualmente en Cataluña. 
El informe PISA (Programme for International Student Assessment) nos acaba de recordar algunas evidencias, como por ejemplo la disparidad creciente de rendimiento académico entre alumnos procedentes de familias con más recursos económicos o con menos, que las comunidades autónomas de toda España con peores resultados son aquellas más castigadas por el paro, y que Cataluña ha perdido puntuación en este informe, un hecho que la consellera Rigau ha atribuido sin tan siquiera despeinarse a la mayor presencia de alumnos inmigrantes en comparación con las comunidades autónomas mejor situadas. 
Las escuelas catalanas se sostienen actualmente gracias al aumento de aquella heroicidad y es justo que mi admiración –la valoración por parte de la sociedad—lo haga en la misma proporción. Las maestras merecen un monumento. Un monumento que se traduzca en los presupuestos, porque el honorífico hace tiempo que lo tienen.

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