Hace mucho tiempo que lo que canta este hombre constituye una pieza del motor cardíaco de mis viejas ilusiones. Anoche lo comprobé de nuevo alto y fuerte, durante la sobremesa de una acogedora cena. Julián Córdoba, nacido en 1944 en Charata (Chaco argentino), vive desde 1974 en Barcelona. No ha contado nunca las canciones que ha escrito, entre otros motivos “porque no las canto ni yo: lo importante no es cantar, es no dejar de cantar”. Algunos días las interpreta a dúo con su mujer Cristina Valenzuela, ayer secundados al piano por Jorge Sarraute. Él destila letras y músicas con la misma naturalidad que otros segregamos artículos periodísticos o recetas de cocina. Forma parte de una estirpe de hombres y mujeres independientes que
llevan el calificativo de guitarreros como un rango de brujos, capaces de actuar de intermediarios entre nuestros sueños y la clemencia variable del mundo que los enmarca, los dosifica, los revuelca o los premia.
llevan el calificativo de guitarreros como un rango de brujos, capaces de actuar de intermediarios entre nuestros sueños y la clemencia variable del mundo que los enmarca, los dosifica, los revuelca o los premia.
Anoche mis viejas ilusiones lo revivieron, alto y fuerte, en una forma de plenitud. Cantaron temas de antología como “La refranera”, “Vidala para mi sombra”, “Caminito del indio”, “La añera” o la polca de Jorge Marziali “Cebollita y huevo”, especialmente indicada para la jornada que celebrábamos en Barcelona: “Vamos a empezar de nuevo, cebollita y huevo, pan y libertad, que paguen los que han robado y los humillados, los olvidados y los engañados no paguen más”.
Julián Córdoba formó parte en Barcelona del grupo Los Nocheros de Anta, refundado por antiguos componentes y nuevas incorporaciones, dentro de la línea en voga de Los Charchaleros, Los Carabajal, Los Quilla Huasi. A continuación integró un trío con Marjo Vidal-Ribas y Santi Lorén. Cuando el mercado de actuaciones de la música suramericana empezó a decaer, Julián Córdoba y Cristina Valenzuela empezaron a regentar en 1988 la pequeña pizzería La Finestra en Cadaqués, que luego trasladaron a la calle de la Felipa cadaquesense, con el nombre de El Boliche.
Con la ayuda del hijo Lautaro, la llevaron adelante durante los períodos de afluencia de visitantes, mientras mantenían el domicilio fijo en Barcelona, donde Julián aun actuaba de vez en cuando en el Pub 240 de la calle Aribau. Trabajó ahí junto a grandes músicos argentinos habituales del establecimiento como Alberto “Pajarito” García, Tito Cava, Esteban “Rabito” Vélez, Martín Fernández, Elba Picó (para quien compuso “Vidala de la cantora”), Fernando Ríos Palacio, los paraguayos Cristóbal Burián, Chano Zárate, Arnaldo Benítez Barrios, etc.
En 2005 trasladaron la pequeña pizzería al Boliche de Riereta, en la calle Riereta nro. 8 del Raval de Barcelona, abierta hasta 2011. Ahora Julián Córdoba empuña más fuerte todavía la guitarra y dice: “No es preciso que la música sea virtuosa, solo que sea imprescindible, necesitarla para poner un poco de arte a la vida”.
Anoche, a las tres de la madrugada, los vecinos nos obligaron a parar cuando mejor lo estábamos pasando.
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