Este mes de abril se conmemora (muy poquito) el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes y yo acabo de celebrarlo con la máxima felicidad gracias a la lectura de una antología de nueva factura y tinta todavía fresca que le dedica el profesor barcelonés José María Micó en la colección Austral por el módico precio de 14,95 €, con tapa dura y letra gorda. En una antología conviene que destaque el antólogo por la elección comprometida de los textos que prioriza y por cómo los interpreta en la presentación que hace de ellos. Es el caso de este libro. Releer a Cervantes, igual que releer a Homero, Montaigne, Shakespeare, Borges o Josep Pla, es --o debería de ser-- una costumbre
de higiene cultural básica. Este libro lo facilita enormemente, a través de una selección intencionada de prólogos y versos de Cervantes, así como fragmentos del Quijote.
De la relectura de los clásicos se espera la sorpresa de volverlos a saborear a pesar del paso del tiempo, sobre todo a pesar del paso de nuestro tiempo personal. Se trata de una sorpresa anunciada, por consiguiente una media sorpresa y no por ello menos suculenta. El último libro del profesor Micó ofrece otra más inesperada: el placer de reencontrar a Cervantes diáfanamente explicado, introducido, presentado con lenguaje y visión de hoy.
La ciudad de Barcelona, que como es sabido fue visitada y alabada por Cervantes en 1610, ha dado eminentes especialistas contemporáneos de este autor, como Martí de Riquer o Francisco Rico. El catedrático de la UB Jordi Gracia le acaba de dedicar el ensayo biográfico Miguel de Cervantes: la conquista de la ironía. El catedrático de la UPF José María Mico, especializado en los clásicos del Siglo de Oro y el Renacimiento italiano, ha publicado una larga serie de libros de ensayo, traducciones y poesía propia, entre los que recuerdo por más recientes la efervescente recopilación Clásicos vividos (2013) y Para entender a Góngora (2015).
Siempre me ha llamado la atención el estilo llano y ameno de su erudición, y lo he atribuido al paladar literario sin excesivos esnobismos que le lleva a admirar --con toda la razón del mundo-- la poesía de Homero Manzi y declararlo en el prólogo de su libro sobre Góngora. Los prólogos del profesor Micó suelen ir cargados con bala, como los de Josep Pla.
En el que dedica a Cervantes escribe con frase larga y no por ello menos clara: “A los grandes autores y textos clásicos que constituyen lo que suele llamarse el canon literario los perjudica un equívoco que conviene deshacer: nos parece que están ahí, en su limbo, porque contienen la esencia y alcanzan la excelencia en la representación de las líneas de fuerza de la historia, la cultura y el pensamiento de su época; damos por hecho que son característicos de una lengua, o de una nación, o de un tiempo histórico, o de un estilo artístico, o de una institución literaria como pueden ser los grandes géneros. Pero lo cierto es que no los define su representatividad y están ahí porque no se parecen a sus contemporáneos, porque transgredieron las normas, superaron las teorías e hicieron algo que nadie más hizo. Son clásicos porque son de otra clase. Crear o no crear, de eso se trata; perseverar en la monotonía e imitar sin cesar la usanza ajena, o arrostrar las celadas de la insidia y escuchar la llamada del talento”.
Como acabo de decir más arriba, por el módico precio de 14,95€, con tapa dura y letra gorda, se puede conmemorar el talento de Cervantes --y de Micó— como no lo hará a escala institucional el gobierno del PP ni tampoco la ciudad de Barcelona, que el año 2005 recordó con algo más de ilusión el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote.
Mi felicitación al profesor Micó. No iría nada mal que la ciudad de Barcelona, que ha sido nombrada "Ciudad literaria" por la Unesco se sumara a la celebración del cuarto centenerio de la muerte de Cervantes.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó