En el Empordà, palacio del viento, no hay ni un solo molino de energía eólica o aerogenerador. En el Rosellón, del otro lado inmediato de la frontera estatal, la misma tramontana alimenta el mayor parque eólico de Francia, con 19 aerogeneradores en actividad y 16 más en construcción, en los municipios de Calce, Baixas, Vilanova de la Ribera y Pesillá de la Ribera. De momento producen 96 megawatts, el 28% del consumo eléctrico del departamento de los Pirineos Orientales. El conjunto de la región del Languedoc-Rosellón cuenta con 41 parques y 204 aerogeneradores en funcionamiento desde 2009. Para rematar la paradoja,
el Alt Empordà fue la comarca pionera en la implantación de la energía eólica en España, con la instalación de una central en Garriguella el año 1984, fuera de servicio a partir del 1992.
el Alt Empordà fue la comarca pionera en la implantación de la energía eólica en España, con la instalación de una central en Garriguella el año 1984, fuera de servicio a partir del 1992.
En 1990 entró en funcionamiento una nueva central eólica en Roses, con seis molinos y una potencia instalada de 0,59 megawatts, desmontada en 2007. Tras la presentación del mapa eólico de Catalunya en 2002 por la Generalitat, varios proyectos en la comarca generaron la oposición de ayuntamientos y algunos colectivos que alertaban de los impactos ambientales y paisajísticos. Siete parques eólicos recibieron autorización administrativa en el Empordà, pero no se construyó ninguno.
Se trataba del parque Tramuntana en Port Bou (17 aerogeneradores), el Banys de la Mercè de Capmany (3), el Serra de l’Hoste de Capmany (3), el Serra Comunera de Capmany (3), el Molinars de Colera (13), el Coll de Panissars de La Junquera (17) y el Passamilàs de Biure (11). De todos los ayuntamientos implicados, únicamente Capmany y Biure defendieron los proyectos.
El aprovechamiento energético del viento es una realidad desde el invento, muchos siglos atrás, de la navegación a vela y el molino de aspas orientables para bombear agua o moler grano, mucho antes de la aparición de los motores. En 1980, cuando yo ejercía de corresponsal en Barcelona del diario perpiñanés L'Indépendant y no había surgido aun ningún molino de energía eólica sobre el mapa, publiqué una crónica sobre la conferencia pronunciada en el Colegio de Ingenieros de Catalunya por el profesor francés Lucien Romani, pionero en investigación eólica aplicada. El investigador del laboratorio de aerodinámica Eiffel de París experimentaba desde más de cuarenta años atrás con prototipos de aerogeneradores y trabajó para la compañía nacional de electricidad EDF.
Le pregunté por la tramontana y me dijo: "Hace más de veinte años que se sabe que esta región es la más rica en viento potente. Me dediqué tiempo atrás a localizar aquí los terrenos adecuados para la instalación de aerogeneradores. Las posibilidades son enormes, pero sus aplicaciones no dependen de los investigadores, es una cuestión de decisión política”.
Al año siguiente publiqué otra crónica en L'Indépendant para anunciar que la compañía española ENHER había decidido experimentar con la energía eólica de la tramontana en el Pla de les Gates, en Roses, con un aerogenerador piloto de 33 metres de altura, tres intentarlo en la montaña cadaquesense del Pení, sin lograrlo por incompatibilidad legal con la existencia de una base militar.
Al cabo de tres años, en marzo de 1984 se inauguró el primer molino de energía eólica "alegal" de Catalunya y segundo de España en Vilopriu (Alt Empordà), después del prototipo instalado dos años antes a Tarifa (Cádiz) para aprovechar el levante acanalado por el estrecho de Gibraltar (el primer aerogenerador del país conectado a la res se instaló a la bahía de Palma de Mallorca en marzo de 1983). El de Vilopriu fue íntegramente diseñado por la cooperativa de diez jóvenes ingenieros catalanes Ecotecnia, nacida al calor del movimiento a favor de las energías alternativas.
La pequeña empresa barcelonesa de alta tecnología "de garaje", como las legendarias de la Silicon Valley californiana, no recibió suficiente apoyo financiero, industrial ni político, pese a tratarse de un sector estratégico de futuro con gran potencial de lo que ahora se denomina valor añadido y llena tantas bocas. La política industrial de los gobiernos catalán y español no daba para más. Se vio absorbida por la multinacional Alstom. Actualmente Ecoctecnia-Alstom es una gran multinacional del sector, con fábricas de la especialidad en todas partes menos en Catalunya (la del Pla de Santa Maria, en la Conca de Barberà, se dedica a la energía solar).
Un mes después de la instalación del primer molino de Vilopriu para aprovechar la energía de la tramontana, el primer parque eólico de toda España se estrenó el 9 de abril de 1984 en el Puig de la Malaveïna de Garriguella (Alt Empordà), sobre la carretera vieja de Peralada. Estaba formado por un conjunto de cinco aerogeneradores que podían suministrar una potencia global de 120 kW funcionando en paralelo, montados sobre unas torres metálicas de doce metros de altura.
Cada uno disponía de tres palas de cinco metros de longitud. Funcionaban de manera automática y arrancaban al registrarse una fuerza de viento suficiente. El bajo rendimiento del emplazamiento elegido llevó a descartarlo en 1988. Fue trasladado en 1991 al Puig Alt de Roses (492 m), en la cima de la montaña del Pení, con seis aerogeneradores de 18,5 metros de altura y un diámetro de rotación de 15 metros.
Una de las palas de los viejos aerogeneradores figura hoy a la entrada de Garriguella como memorial del primer parque eólico, con dos monolitos de feldespato de Llançà que acogen sendas estrofas de Jacint Verdaguer y Josep M. de Sagarra. Según el estudioso verdagueriano Modest Prats, es precisamente la panorámica ampurdanesa que ofrece el Puig de la Malaveïna (104 m) donde tal vez Verdaguer se inspiró para escribir durante su visita de Semana Santa de 1860 el poema "L'Empordà", hoy reproducido en fragmento en un de estos monolitos.
El parque eólico del Puig Alt de Roses (490 m), en la montaña del Pení, fue desmontado en 2007, tras 17 años de dar vueltas, por la obsolescencia de una tecnología en rápida evolución y la declaración del lugar como Parque Natural de Cap de Creus, sin posibilidad legal de englobar este tipo de equipamientos. Hoy no hay ningún parque eólico en actividad en las comarcas gerundenses.
Catalunya se halla a la cola en esta materia (solo el 0,48% de la electricidad que consume procede de aerogeneradores, por el 21% en el conjunto de España). La tramontana ampurdanesa también se halla a la cola, en comparación con otras comarcas catalanas. La gran mayoría de los 17 parques eólicos en funcionamiento en Catalunya se han erigido en tierras de Tarragona y Lleida, en zonas rurales poco pobladas. Los dos mayores son el de la Serra de Rubió (entre los municipios de Rubió, Òdena y Castefollit del Boix, en la comarca del Anoia) y el de la Serra de Tallat (en Vallbona de les Monges y Blancafort, a caballo entre Urgell y las Garrigues).
El gobierno de la Generalitat aprobó en 2009 la instalación de medio centenar de parques eólicos suplementarios. Los más extensos debían concentrarse en la Terra Alta, para solventar en parte el atraso acumulado en potencia instalada. En cambio España se ha convertido en el cuarto país del mundo en potencia eólica instalada (tras China, Alemania y Estados Unidos), gracias a la activa participación de las grandes compañías eléctricas en su producción y transporte a través de la red general, aunque la tendencia conozca altibajos.
Los molinos de nueva generación instalados en 2008 por Ecotecnia-Alstom en el parque eólico de la Collada, en el Perelló (Baix Camp), eran en aquel momento los más altos de España. La potencia de las turbinas eólicas se había multiplicado por 120 en comparación con la primera de Vilopriu del año 1984. Ahora tienen 50 metros de longitud de cada una de las aspas y 140 metros de altura, que supera la del Big Ben de Londres (96,3 m) y se equipara con la de la Torre Agbar barcelonesa (144 m).
El profesor Sergi Saladié, de la Universitat Rovira i Virgili, coordinador del Catálogo del Paisaje en las Tierras del Ebro, manifestó a raíz de aquella inauguración de 2008 que tan solo el 2% de los beneficios de las instalaciones revertían al territorio y que el único criterio seguido para concentrarlas es el precio del suelo. La gente les llama los "ventiladores". Un jubilado concluyó de forma lapidaria el día de la inauguración: "A nadie se le ocurriría poner una torre Agbar en medio de la montaña o un molino de viento en la plaza de las Glorias. También Marbella se hizo en nombre del progreso…".
Sea como sea, en la carrera de las nuevas tecnologías para la producción de electricidad Catalunya ha quedado en el furgón de cola y la tramontana ampurdanesa más todavía. En 2009 siete parques eólicos recibieron autorización de la Generalitat en el Empordà, pero el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya suspendió la aplicación del acuerdo debido al contencioso presentado por la Associació Respectem l’Albera (ARA) y la Associació Alt-Empordanesa per a l’Estudi i la Defensa de la Natura (AEDEN). Se sustentaba en que no se había respetado la ley catalana de evaluación ambiental, que exige un examen de impacto global antes de iniciar obras de infraestructuras, en función de las directivas europeas en la materia.
La tramontana ampurdanesa no sirve para nada, de momento, en este aspecto concreto. Del otro lado inmediato de la frontera administrativa, el mismo viento genera la situación inversa.
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