El dossier central del último número de agosto de la revista Descobrir sobre el “Pirineu de Verdaguer” juega con un as en la manga: los colaboradores que alimentan el dossier escriben muy bien y parten de la base que la epopeya poética de mossén Cinto en el célebre libro Canigó estuvo acompañada por una novela de aventuras: las propias excursiones del sacerdote sobre el terreno, su trabajo de campo que daría pie a la extraordinaria riqueza del poema. Las aventuras de Verdaguer en el Pirineo ya fueron descritas en el libro de 1953 Excursions i sojorns de Jacint Verdaguer a les contrades pirinenques, de Josep M. de Casacuberta, así como en las múltiples biografías sobre el autor, algunas muy recientes. Pero no siempre resulta fácil poner en su contexto la obra literaria de mossén Cinto, relatarla con lenguaje de hoy, como hacen Torrents, Villaró,
Garcia Quera, Gasull i Vilaseca en este número de la revista mensual de viajes.
Garcia Quera, Gasull i Vilaseca en este número de la revista mensual de viajes.
Carme Torrents es historiadora del arte y directora de la Fundación Jacint Verdaguer. El escritor andorrano Albert Villaró posee el mérito de saber sacar el polvo a la temática pirenaica en su producción novelística y articulista.
Núria Garcia Quera (su segundo apellido es el de la librería barcelonesa especializada de la calle Petritxol) abandonó Barcelona a los 19 años para regentar el refugio de Amitges en el Parque Nacional de Aigüestortes y vivir en el pequeño pueblo pallarés de Tornafort. Su “exilio” pirenaico no le ha impedido publicar libros de viajes y narraciones de todo tipo. El oficio adquirido despunta ahora en su artículo del dosier verdagueriano.
Bernat Gasull, por su lado, publicó en 2008 el libro Les ascensions de Verdaguer al Pirineu, donde subrayó “la osadía que le llevó a aventurarse con sotana, zapatos, paraguas y maleta por heleros, tempestades, ascensiones y desniveles considerables”.
Núria Garcia Quera (su segundo apellido es el de la librería barcelonesa especializada de la calle Petritxol) abandonó Barcelona a los 19 años para regentar el refugio de Amitges en el Parque Nacional de Aigüestortes y vivir en el pequeño pueblo pallarés de Tornafort. Su “exilio” pirenaico no le ha impedido publicar libros de viajes y narraciones de todo tipo. El oficio adquirido despunta ahora en su artículo del dosier verdagueriano.
Bernat Gasull, por su lado, publicó en 2008 el libro Les ascensions de Verdaguer al Pirineu, donde subrayó “la osadía que le llevó a aventurarse con sotana, zapatos, paraguas y maleta por heleros, tempestades, ascensiones y desniveles considerables”.
Finalmente, David Vilaseca es un historiador del excursionismo y Premi Unnim de Periodismo de Montaña en el Festival de Cine de Montaña de Torelló. Las fotografías y cartografías del dosier son de lujo, como de costumbre en la revista Descobrir. Incluso demasiado para quienes buscamos en primer lugar la calidad de los textos.
Años atrás el experto verdagueriano Narcís Garolera ya contextualizó: “Canigó aparece el mismo año que comienzan las obras de restauración del monasterio de Ripoll, vistas por el poeta –y por su obispo, el catalanista Morgades—como símbolo de la restauración de la nación catalana. En una Catalunya progresivamente descristianizada por la industrialización y descatalanizada por la acción del Estado liberal y uniformador, el poeta recorre a la alegoría para proponer un retorno a los principios que hicieron posible el nacimiento de la nación: la fe da origen a la patria”.
Narcís Comadira alertó en el libro Les paraules alades: “Construye el mito de la fundación de Catalunya y otorga un papel primordial a la fe. De todos modos, la lectura de Canigó es compleja, mucho más compleja que eso, y de ahí proviene su grandeza como obra de arte”.
En efecto, la ambiciosa epopeya poética incorpora historia, tradiciones, leyendas, geografía, geología, botánica... Trabajó en ella durante cinco años, a partir de 1880. La publicó en 1886. El libro está dedicado “A los catalanes de Francia”. Los críticos consideran que se trata de la mejor obra poética de Verdaguer. La acción se sitúa en el siglo XI, tal como revela el subtítulo del libro: Leyenda pirenaica del tiempo de la Reconquista.
El Pirineo ya inspiró una parte de su epopeya poética anterior, La Atlántida. El canto primero se tituló “El incendio de los Pirineos” y relató la leyenda de Hércules y Pirene que da nombre a la cordillera.
En cualquier país mínimamente culto, los bachilleres y los ciudadanos en general sabrían recitar de memoria al menos los últimos versos de Canigó:
Lo que un segle bastí, l’altre ho aterra,
mes resta sempre el monument de Déu;
i la tempesta, el torb, l’odi i la guerra
al Canigó no el tiraran a terra,
no esbrancaran l’altívol Pirineu.
Lo que un segle bastí, l’altre ho aterra,
mes resta sempre el monument de Déu;
i la tempesta, el torb, l’odi i la guerra
al Canigó no el tiraran a terra,
no esbrancaran l’altívol Pirineu.
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