Ayer por la mañana paseaba sin rumbo por las calles del pequeño pueblo medieval de Palau-sator, de un centenar de habitantes y cuatro restaurantes destinados a la populosa clientela de visitantes. El municipio engloba actualmente tres otras diminutas joyas del “cuadrado de oro” del Empordanet: Fontclara, Sant Feliu de Boada y Sant Julià de Boada. Me detuve una vez más ante la fuente-abrevador plantada en mitad de la plaza, a cuya forma constructiva nadie ha dado explicación. A la altura de la calle Fontanella me pareció que de una casa surgía el sonido alejado pero nítido de una guitarra sola. Pulsaba el Preludio de la Suite nro. 1 para cello de Johann Sebastian Bach con una convicción que no era la de un simple ejercicio de
ensayo. Lo hacía con una afinación y una articulación de las notas digna de un maestro.
ensayo. Lo hacía con una afinación y una articulación de las notas digna de un maestro.
Presté atención. La sofisticada artesanía de Bach sonaba entre las piedras viejas de Palau-sator como en el mejor auditorio del mundo, con el mérito añadido de la espontaneidad y la sorpresa. Interpretado con alma, Bach suena bien en todas partes, pero a mi me emocionó en Palau-sator más que en ninguna otra.
No hay nada más misterioso que una melodía, la sucesión de notas musicales que forman una expresión humana de rara belleza. Una armonía aun podría analizarse, una melodía no. Bach compuso para laúd, que no deja de ser antecesor de la guitarra. Muchas de sus obras instrumentales se han visto adaptadas para guitarra y se encuentran infinidad de grabaciones.
Es el compositor que alcanzó el grado máximo de la aventura humana por expresar la belleza, la emoción, el gozo, el dolor. Por eso escucharlo representa uno de los mayores placeres, más aun por sorpresa en las calles medievales de Palau-Sator en manos de un maestro invisible.
Pocos días atrás el guitarrista y compositor barcelonés Toti Soler, que vive en Palau-sator, manifestó en una entrevista: “Johann Sebastian Bach es el músico más grande de la historia de Occidente. Yo sigo tocando su música, es más, estoy grabando poco a poco con la idea de hacer un disco. Desde que empecé a estudiar guitarra siempre dije que grabaría un disco de Bach. ¡Llevo más de cincuenta años diciéndolo! Antes de un concierto me paso todo el rato tocando Bach, te ayuda a limpiar, a poner los dedos bien puestos, te pone orden, te da una concentración sensacional”.
Ese disco debería estrenarse algún día entre las piedras viejas de Palau-sator.
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