26 mar 2018

Un premio Nobel de Literatura por una frase, el caso de Walcott

De no haber recibido el Nobel de Literatura en 1992, pocos conocerían a Dereck Walcott, el poeta caribeño que escribía en inglés. Incluso laureado, no es hoy de los más leídos, un año después de morir. Su extensa obra ha sido traducida, sin embargo fue en el discurso de recepción del Nobel cuando pronunció las palabras que le inmortalizan a mis ojos: “El destino de la poesía es enamorarse del mundo a pesar de la historia". Puede parecer una frase sencilla, en cambio tengo la certeza de que justifica un Nobel y una vida. Siempre he admirado el laborioso mérito de la capacidad de síntesis, el acierto de condensar un mundo en una
frase, una fulguración de pocas palabras capaz de abrazar un universo.
En general la obra de Derek Walcott adolece de la dispersión. Empezando por su lugar de origen que siempre reivindicó, la isla caribeña anglófona de Saint Lucia, “allí donde el sol, cansado de imperio, se pone”. Nadie sabría situarla exactamente. 
Indagar el número de islas del Caribe resulta casi imposible. La mayor es Cuba, junto a otras mayores como Haití/Santo Domingo, Jamaica y Puerto Rico. A su alrededor flota un rosario ilimitado, una diáspora de pequeñas islas que la potencia colonial inglesa designó como West Indies, las Indias Occidentales, para distinguirse de las Antillas Holandesas y las posesiones francesas de Guadalupe y Martinica en el mismo mar caribeño. El archipiélago de las Indias Occidentales es cinco veces más extenso que el de Grecia... 
La isla de Saint Lucia, independiente desde 1979, tiene 180.000 habitantes. Estaba especializada –o condenada-- hacia la exportación bananera, luego diversificada con mangos y aguacates, y sobre todo con el turismo. 
Cuenta entre sus habitantes con un premio Nobel de Literatura, lejano descendiente de esclavos negros, formado en la universidad inglesa de las Indias Occidentales en Jamaica, residente en Trinidad como crítico de arte y teatro, profesor de literatura en la universidad de Boston durante más de dos décadas. En 1990 publicó el libro de poesía épica caribeña Omeros, profusamente traducido y valorado. Influyó en la concesión del Nobel dos años después, como también influyó su amigo Joseph Brodsky, galardonado cinco años antes. 
Joseph Brodsky dedicó a Derek Walcott un acerado trabajo crítico, recogido en el libro La canción del péndulo: “Las biografías reales de los poetas son como las de los pájaros, casi idénticas: sus datos reales radican en su forma de sonar”. 
Es exacto, la forma de sonar de Derek Walcott queda compendiada en aquella frase: “El destino de la poesía es enamorarse del mundo a pesar de la historia"... 
Brodsky quiso rematarlo, en una exhibición de dominio narrativo alrededor de la poesía de su amigo: “Esto son las Indias Occidentales,  el reino que tiempo atrás, con su inocencia de la historia, confundió el farol de una caravela con una luz al final del túnel y lo pagó caro... Era una luz a la entrada el túnel. Es lo que suele suceder tanto a los archipiélagos como a las personas. En este sentido, todo hombre es una isla. No obstante, si debemos presentar esa experiencia como propia de las Indias Occidentales, aclaremos también que nos referimos al lugar descubierto por Colón, colonizado por los británicos e inmortalizado por Walcott. Podemos añadir que atribuir a una lugar la condición de realidad lírica es un acto más imaginativo y generoso que el descubrimiento o la explotación de algo que ya estaba creado”.

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