La villa de Ceret vive dentro de un microclima privilegiado gracias a las bajantes de agua del Canigó y ayer fuimos a comer con un grupo de amigos bajo la parra sobrealimentada por esas bajantes en el céntrico restaurante del Bisbe. Una de los mejores lugares para celebrar la llegada del otoño es bajo una parra centenaria, tupida y cargada de racimos como esta. Nace de tres cepas distintas en la planta baja y trepa frondosa hasta la terraza del primer piso, donde ayer almorzábamos una treintena de comensales sin alterar lo más mínmo la paz dionisíaca del lugar, contagiados por la majestad vegetal del fenómeno. El restaurante del
Bisbe forma parte del hotel Vidal, regentado desde el año 2000 por dos hijos de Ceret, el pintor y cocinero Marc Fourquet (no confundir con el pintor coetaneo de Rivesaltes Michel Fourquet) y su mujer Cathy Fort.
Bisbe forma parte del hotel Vidal, regentado desde el año 2000 por dos hijos de Ceret, el pintor y cocinero Marc Fourquet (no confundir con el pintor coetaneo de Rivesaltes Michel Fourquet) y su mujer Cathy Fort.
La casa pertenecía a la família Fabrer en 1736 (nombre y fecha inscritos en el dintel del portal), hasta que la compró y amplió el obispo Pierre Soubiranne (Ceret 1828-1893), director en París de la Obra de las Escuelas de Oriente y Síria, obispo auxiliar de Argel y posteriormente titular de Belley (Alvernia). Fue la residencia de jubilación de aquel obispo en la localidad natal y el nombre del restaurante lo evoca.
La educación ambiental de Marc Fourquet estuvo marcada por los célebres pintores que han trabajado en esta villa, después de que el escultor barcelonés Manolo Hugué fuese el primer forastero en valorar Ceret cuando en 1910 huía del "olor a enfermo" de los balnearios del vecino municipio de Amélie-les-Bains.
Manolo encontró que Ceret "es un pueblo catalán con todas las ventajas de ser francés". Invitó los veranos siguientes a algunos de sus amigos pintores residentes en París (Picasso, Braque, Masson, Gris, Picabia, Chagall, Soutine) o barceloneses como Joaquim Sunyer. Ceret se convirtió en la “meca del cubismo”.
En el nomenclàtor actual el hotel-restaurante de Marc Fourquet y Cathy Fort se encuentra en la Plaza de Chaïm Soutine número 4. La placita lleva el nombre del “pintre brut” (el pintor sucio), como era apodado en catalán rosellonés el pintor de origen lituano que aquí vivió y trabajó en condiciones paupérrimas de 1919 a 1922, antes de triunfar en París.
Todos aquellos rastros se habrían desdibujado si no hubiese sido por la labor del Museo de Arte Moderno de Ceret, inaugurado en la ampliación actual por el presidente Mitterrand en 1993 y dirigido por Josefina Matamoros de 1986 hasta su jubilación el 2012. Obviamente, el Museo de Ceret dedicó en 1994 una nutrida exposición a Marc Fourquet y en 2000 a Soutine. En algunos países el “localismo” sabe competir en talento con las trompetas de la capital.
Ayer Marc Fourquet nos cocinó y Cathy Fort nos sirvió una terrina de hígado delicada, un pescado del día suculento y una tarta de limón culminante, sin embargo yo me embelesé sobre todo con la parra que nos acogía en el momento más dulce de su ciclo anual, situada por unos días en aquel punto majestuoso entre el milagro primitivo y el arte fantasioso de vivir la belleza de la forma más natural del mundo. Durante la comida percibimos que, a nuestras espaldas, un rayo de sol furtivo atravesaba y encendía una uva de un racimo, una sola, como una pequeña elegía o tal vez una gran revelación.
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