Las pequeñas carreteras interiores que recorren la Gascuña hasta Burdeos están escrupulosamente pulidas. Más que mantenerlas, parece que las barren y lustran. El coche desfila por ellas con aire de carroza. El paisaje se ve labrado hasta peinarlo. Es uno de los escenarios míticos de la Francia rural, marginado del desarrollo económico durante siglos y ahora hipertrofiado de prestigio, como el hígado cebado a la fuerza de sus célebres patos y ocas. Es la tierra del armañac y D'Artagnan. Demasiada historia, demasiada belleza desmentida por la emigración. La llanura abrazada a un lado por el Pirineo y al otro por el río Garona está formada por colinas y hondonadas, miradores y cobijos. Los horizontes se superponen sin ceder a la veleidad de infinito, como solo se produce en tierras que mesuran la dificultad de ser trabajadas y vividas a escala de la vida cotidiana de la gente del lugar, a quienes la belleza natural no se lo facilita todo.
Los campesinos gascones que subsisten se han podido poner al día gracias a la moda urbana de la ruralidad suntuaria, las residencias secundarias y el turismo rural.
Los campesinos gascones que subsisten se han podido poner al día gracias a la moda urbana de la ruralidad suntuaria, las residencias secundarias y el turismo rural.
El provincianismo al que se vio condenada se ha convertido en atractivo. Era un próspero ducado, equidistante y aliado de Aquitania o de Toulouse, siempre tributario de la situación enclavada a medio camino entre el Atlántico y el Mediterráneo. La absorción por la corona francesa dejó a la Gascuña sin empuje, igual que al conjunto del sur del país. Los grandes ejes dejaron de pasar.
La capital histórica es Auch, cabecera del departamento del Gers, uno de los más rurales y despoblados de Francia, con 462 municipios que en poquísimos casos superan el millar de censados. La Gascuña y el Gers en particular han sido redescubiertos por la sociedad del entretenimiento que echa de menos algunos elementos de la tierra. Una parte de esta imagen está cebada con la misma crueldad que la finura del hígado de pato. La otra parte la he sentido palpitar en Lectoure, Barran, Flaran, Condom, Miranda, Eauze y Vic-Fesenzac con el latido de la entraña más humana cuando se debate por conjugar en futuro la utilidad de la belleza.
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