El pasillo de enlace más largo, antipático, incómodo, lóbrego, triste e innecesario del metro de Barcelona se encuentra en la estación de metro Passeig de Gràcia. Fue instaurado en 1973 no para conectar de modo funcional las nuevas líneas, sino para preservar los intereses del parking subterráneo privado de cuatro plantas, construido en concesión de terreno público. La longitud de 260 metros de este pasillo se habría reducido a menos de la mitad en caso de haber adoptado la línea recta más lógica, en vez de rodear la parte del subsuelo ocupada por el parking des del 1967, como se hizo en perjuicio de los usuarios mucho más numerosos del transporte público. Prefirieron construir
un corredor el doble de largo de lo necesario entre el vestíbulo de la calle Consell de Cent de la Línea 3 y el vestíbulo de Gran Via de la Línea 4, a la altura de la planta -2 del aparcamiento. La pifia del pasillo se vio confirmada en 1995 con la apertura de la Línea 5 y en 2017 con las obras parciales de restauración de la boca que da a la Casa Batlló del Passeig de Gràcia.Se trata de una de las estaciones de metro más transitadas, con carácter de intercambiador con la de tren de RENFE. El vestíbulo de RENFE fue reformado en 2014, sin intervenir tampoco en el tristemente famoso pasillo.
Nadie ha reconocido hasta hoy el error. Menos aun se ha planteado remodelar la situación, pese a los ríos de literatura técnica sobre la accesibilidad intermodal que se han vertido en todos los planes de infraestructuras aprobados y por aprobar.
En 2007 el Departament de Política Territorial i Obres Públiques de la Generalitat estudió una reforma integral del intercambiador de Passeig de Gràcia. Incluía la construcción de un nuevo pasillo bajo el aparcamiento subterráneo que fuese más corto, ancho y equipado con cintas transportadoras, apto también para personas con movilidad reducida. Nunca se volvió a hablar de ello.
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