8 ene 2021

Mal gusto de las esculturas en las rotondas: ejemplos y excepciones

La proliferación de rotondas en las carreteras del país ha provocado otra fiebre asociada, la de esculturas monumentales plantadas en su centro, a veces con un horripilante mal gusto municipal. Este rotondismo kitsch ha dado pie a antologías jugosas, como el estudio Enmascarando la pobreza del paisaje urbano: rotondas y arte público, de Elia Canosa i Ángela García, o la exposición presentada en 2007 en Olot por David Santaeulària Rotondisme. Donant voltes a l’art públic. Apuntar con el dedo casos algunos concretos de nuestro entorno resultaría tan hiriente como lo es la visión de tales engendros. Me limito, pues, al caso de las dos monumentales cabezas “romanas” levantadas en sendas rotondas de Roda de Berà por el escultor local Pere Garsaball Minguet, conocido por Bei Pere, poco antes de morir en 2017.
También se han producido ejemplos de calidad. Es el caso del ciprés metálico de 24 metros de altura modelado en 2002 por el arquitecto y diseñador Óscar Tusquets como homenaje a Salvador Dalí en la rotonda de entrada a Figueres. El coste de 480.000 euros fue una donación de la Fundación Gala Dalí a la capital ampurdanesa. La elección del ciprés para homenajear a Dalí se inspiró en su cuadro Nacimiento de las angustias líquidas (1932), así como en la elegancia natural de este árbol y su protagonismo en la comarca.
Soy un fervoroso admirador del ciprés en el Empordà, la Toscana y el conjunto del Mediterráneo, obelisco vegetal de líneas puras, con ramas como escamas adheridas al tronco resinoso. Algunos le han querido atribuir un carácter melancólico y funeral que yo nunca le encontré. Al contrario, siempre pienso que es el único árbol del que nadie puede colgarse.











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