El 10 de noviembre de 1983 se estrenó en el Théâtre Chatelet parisino el espectáculo Tango argentino, que significaría el relanzamiento internacional del género por la calidad de los veteranos que presentaba en escena. Uno de ellos me fascinó en pocos instantes para siempre más, hasta hoy, con el destello de un recuerdo imborrable. El bailarín Virulazo era un saco de grasa de 57 años y 126 kilos y, al mismo tiempo, el hombre al que he visto crear más belleza con sus pies, una belleza deslumbrante que destilaba sin casi ni moverse, flotando y conduciendo a su pareja Elvira con una elegancia de movimientos y de espíritu que no ha sido superada por nadie. Jorge Martín Orcaizaguirre, mucho más conocido por Virulazo, falleció en 1990. El pasado