No he tenido paciencia para esperar a la traducción catalana o castellana, he comprado la francesa recién editada de la última narración del escritor austríaco Peter Handke Ensayo sobre el loco de las setas. El autor vive en Chaville, a las afueras boscosas y residenciales de París. De vez en cuando sale de casa a caminar y, si es época, buscar setas. Su último libro lleva una faja roja ostentosa que dice simplemente, en letras enormes: “Peter Handke”. Se trata de eso más que de cualquier otra cosa. El relato se ha convertido en un ejercicio de estil, el estilo de Handke de prosa
retorcida, obtusa y frigorífica que yo no soy capaz de apreciar. Cuando al libro le extraes la faja, no queda nada concreto.
retorcida, obtusa y frigorífica que yo no soy capaz de apreciar. Cuando al libro le extraes la faja, no queda nada concreto.
El género abstracto puede dar algunas veces bellísimos resultados, como un brindis al sol. Otras veces gira en falso, deliberadamente o no. Se vende como una marca reconocida y cotizada, al margen de las virtudes del resultado.
El subtítulo delata el truco y pone la mosca detrás de la oreja de buen principio: “Una historia por sí misma”. Un enunciado tan sencillo, obvio e inútil indica claramente lo contrario: la destructuración de la noción común de narración.
Algunos libros deberían tener unos días iniciales de garantía durante los que poderlos devolver en caso de avería atribuible al fabricante. Pero en esta ocasión el comprador ha sido avisado por la faja ostentosa y el subtítulo. Ensayo sobre el loco de las setas no va de setas ni de ninguna historia en la acepción mas admitida de la palabra.
El texto editorial de la contraportada presenta el mérito elevadísimo de hallar una explicación al libro, a fuerza de inventarse un sentido a las páginas que promociona. Si el lector mira el resumen de la contraportada después de haber leído el libro, como ha sido mi caso, encontará muy poca relación entre una cosa y la otra.
He rodeado de nuevo mi ejemplar con la ostentosa banda promocional roja de enormes letras, como estaba antes de abrirlo. He mirado el objeto con una estupefacción vulgarmente realista a propósito de la cotización internacional del autor. Me he sentido como un imbécil primitivo, inadaptado, anclado en los viejos conceptos sobre las setas y las historias por sí mismas. Y me he comido con patatas el libro comprado afanosamente.
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