La aglomeración de manteros en determinados puntos de la ciudad representa una ocupación ilegal de la vía pública y un fraude fiscal, sin embargo el desgarro de vestiduras que provoca contra la autoridad que debe regularlo también contienen una actitud visceral de rechazo de los más desamparados, una reacción de superioridad moral frente a los más pobres. No agrada ver la pobreza y las pequeñas mafias a plena luz del día. La visión de los manteros revela alguna otra incomodidad que preferimos disimular, por ejemplo la falta de regulación eficaz por parte de la administración
pública y del civismo de la gente (los compradores de los manteros) sobre la sociedad triunfante del libre comercio y la libre competencia, en la que los gigantes tecnológicos evaden impuestos de forma reconocida, la banca recicla abiertamente la ignominia de la usura y cada uno busca el propio beneficio a escala de sus posibilidades. Los manteros son una excusa para abalanzarse sobre la presa más fácil.
pública y del civismo de la gente (los compradores de los manteros) sobre la sociedad triunfante del libre comercio y la libre competencia, en la que los gigantes tecnológicos evaden impuestos de forma reconocida, la banca recicla abiertamente la ignominia de la usura y cada uno busca el propio beneficio a escala de sus posibilidades. Los manteros son una excusa para abalanzarse sobre la presa más fácil.
Las trampas, fraudes y delitos cometidos en la red económica global son de tales dimensiones que han provocado la concentración de la riqueza en pocas manos en detrimento de las políticas redistributivas, las medidas mínimamente niveladoras de las desigualdades, tanto a nivel mundial como de cada país.
En teoría, los gobiernos democráticos y los organismos reguladores reequilibran los excesos del mercado a través del control y la fiscalidad. La fiscalización y la fiscalidad han fallado estrepitosamente, dentro de una connivencia incestuosa entre el sector público y el sector privado que puede denominarse corrupción, delincuencia de cuello blanco o simplemente “laissez faire”.
El reparto del peso de la última crisis y las anteriores no ha sido proporcional a las responsabilidades y posibilidades de cada sector. Las grandes corporaciones no se han visto penalizadas por el comportamiento irresponsable o corrupto durante la burbuja financiera e inmobiliaria. La banca ha sido recompensada con dinero de los contribuyentes: 107.913 millones de euros en el conjunto de España, según cifras del Tribunal de Cuentas, restados de los servicios públicos recortados.
El curso de la civilización no ha sido más que la lucha por sobreponerse a la ley de la selva, por compensar la ley del más fuerte con garantías a favor de la mayoría. El instrumento democrático básico del sufragio universal se ha visto desviado, en algunos períodos más que otros, hacia un ejercicio sin incidencia suficiente sobre el gobierno real de los poderes fácticos que no ha elegido nadie, fortificados tras la muralla del dinero y la falsa respetabilidad. Salvo los manteros.
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