Por el módico precio de 7’99 € puede comprarse estos días un regalo majestuoso, la edición remasterizada por el sello español Malanga de 39 canciones de la discografía de João Gilberto entre 1958 y 1961, el momento de gloria de la revolución que representó la bossa nova y del hombre que cambió la historia de la música brasileña gracias a la perfección minimalista de una célula rítmica de acompañamiento de guitarra, una síncope, un tiempo musical que él inventó: su legendaria batida. También, claro está, por su forma de vocalizar en murmullo intimista el canto falado o cantar baixinho, una síntesis entre la cadencia del samba y el swing del jazz opuesta a las efusiones, gesticulaciones y vibratos de los viejos sambas patrióticos que ya no representaban el deseo de modernidad de las clases medias brasileñas, la modernización en curso del país. El calificativo de bossa nova (cosa nueva, nueva ola) se debió primordialmente a la aportación de João Gilberto,
más acusada y rompedora que la melódica de Jobim o la poética de Vinicius de Moraes.
más acusada y rompedora que la melódica de Jobim o la poética de Vinicius de Moraes.
La batida de João Gilberto alteró el acompañamiento de la voz por parte del instrumento, estilizó el acento de percusión de la batucada, sintetizó en una sola guitarra acústica la tamborada de una escuela de samba. Aquella batida, aplicada a continuación al piano y la batería, surgió de su recuerdo de los caderazos de las lavandeiras de Bahía, su ciudad de origen, cuando iban o regresaban del río manteniendo el equilibrio con el cesto de ropa sobre la cabeza. Años antes otro compositor como Noel Rosa ya se había inspirado declaradamente en ello. Dorival Caymmi también habló en repetidas canciones de esa fascinación de la mirada, que el estudioso Antonio Riséiro define como “esa ‘ginga’ femenina a medio camino entre caminar y danzar".
João Gilberto sostenía que el balanço o balanceo natural de la bossa nova era tan importante como el swing en el jazz, con el que comparte los acordes disonantes o alterados. El samba tiene batuque, la bosssa nova tiene balanço. Su interpretación vocal de canto falado o cantar baixinho era la rúbrica de un estilo inédito. En un país de músicas orquestales exuberantes y grandes voces, él empezó a musitar la letra de las canciones de modo uniforme, casi sin saltos, balanceando las palabras sobre el ritmo de la batida, pronunciándolas en un tono coloquial. Los matices del timbre de su voz eran prodigiosos y a veces se divertía imitando él solo las distintas partes de un hipotético arreglo para cuarteto vocal. Su búsqueda de la perfección del sonido a través de la sencillez y la sobriedad contrastó poderosamente con la tradición de los ritmos lujuriosos destinados a enloquecer pies y caderas de la concurrencia. Él era un esteta, un artista zen.
João Gilberto Prado Pereira de Oliveira, nacido en Juazeiro (Bahía) en 1931, llegó a Río de Janeiro a los 18 años como cantante del grupo Garotos da Lua. En 1951 ya grabó dos discos con aquel grupo, y otro al año siguiente como solista vocal. En 1953 entró a trabajar de guitarrista de acompañamientos en los estudios discográficos CBS. A veces actuaba en los shows de bolsillo del hotel Copacabana, aunque más a menudo se encontraba sin trabajo. En abril de 1958 intervino con la guitarra en la grabación del disco de la célebre cantante mulata Eliseth Cardoso titulado Cançao do amor demais y se hizo notar en el acompañamiento del tema "Chega de saudade", por lo que Odeón le ofreció editar otro en solitario como cantante. Sería el histórico microsurco de 78 rpm Chega de saudade, aparecido el 10 de julio de 1958 y ahora remasterizado. Tan solo contenía dos bossa nova: la que le daba el título y, en la otra cara, "Ho-ba-la-la", una de las poquísimas compuestas por él (conjuntamente con "Bim bom", "Un abraço non Bonfá", "Acapulco", "João Marcelo, dedicada a su hijo, o "Valsa", dedicada a la hija).
El éxito de las 30.000 copias vendidas en pocas semanas constituyó el acta de nacimiento de la bossa nova e hizo que la casa Odeon le encargase otro, de larga duración con doce temas, grabado en noviembre de aquel año 1958 y aparecido en marzo de 1959. Se tituló de nuevo Chega de saudade. Contenía, además del tema que le daba nombre, las canciones "Lobo bobo", "Brigas nunca mais", "Ho-ba-la-la", "Maria ninguem", "Desafinado", "Bim bom" y temas históricos com "Morena bouca de ouro" (Ary Barroso/Luiz Peixoto), "Rosa morena" (Dorival Caymmi) y "Aos pés de Santa Cruz" (Marino Pinto/Zé da Zilda). Tom Jobim firmó los arreglos y los acompañamientos en esos tres discos bautismales, el de Elizeth Cardoso y los dos de João Gilberto.
En la contraportada del tercero, un texto de Jobim afirmaba de forma voluntarista, provocativa y profética: "João Gilberto es un bahiano bosssa nova de 27 años. En muy poco tiempo ha influido en toda una generación de arregladores, guitarristas, músicos y cantantes. Demuestra que siempre hay lugar para una cosa nueva, diferente y pura que, aunque no lo parezca a primera vista, puede convertirse, como dicen en el lenguaje especializado, en altamente comercial. Porque el pueblo comprende el amor, las notas, la sencillez y la sinceridad. Hago confianza a João Gilberto porque es sencillo, sincero y extraordinariamente musical. P.S.: Caymmi también lo cree. Antonio Carlos Jobim".
Las palabras de Jobim acertaron de pleno. Ningún otro disco del prolífico panorama brasileño ha tenido las repercusiones musicales de aquel, ningún otro artista ha influido tan directamente como João Gilberto en las generaciones siguientes. Todo se aceleró a partir de aquel instante. En abril de 1960 João Gilberto ya grababa en Odeon otro long play O amor, o sorriso e a flor (el título procede de un verso de la canción "Meditação"), con los temas "Samba de uma nota só", "Meditação" y "Discussão" (los tres de Newton Mendonça/Jobim), "Corcovado" (letra y música de Jobim), "Doralice" (António Almeida/Caymmi) y otros. En setiembre de 1961 aparecía un nuevo disco de João Gilberto en Odeón con arreglos de Jobim, incluyendo "Samba da minha terra" (compuesta por Dorival Caymmi en 1940), "Insensatez" (Vinícius/Jobim) y otros.
Los primeros éxitos de João Gilberto eran auténticos manifiestos del nuevo estilo propugnado por el movimiento de la bossa nova, en especial las canciones "Chega de saudade", "Desafinado", "Bim Bom" y "Samba de uma nota só". El título de "Chega de saudade" ya expressaba de forma literal el planteamiento de “basta de saudade”, se enfrentaba a determinadas tradiciones melódicas y desplegaba todos los ingredientes rupturistas de la tendencia naciente. También "Desafinado", con música de Jobim y letra de Newton Mendonça, era un alegato contra los prejuicios musicales, una respuesta directa a los críticos tradicionalistas que, ante las disonancias brillantes y las volutas armónicas y melódicas que no entendían, acusaban a los bossanovistas de desafinar y a João Gilberto de cantar como un ventriluocuo o tocar la guitarra como un tartamudo (violão gago, le llamaban): “Se voce insiste en classificar/ meu comportamento de anti-musical/ eu, mesmo mentindo, posso argumentar/ que isto é bossa nova, que isto é muito natural”....
"Samba de uma nota só" también se convirtió de inmediato en una canción-manifiesto de la bossa nova, hasta consagrar la implantación del estilo en Brasil y pronto en todo el mundo, gracias al concierto organizado el 21 de noviembre de 1962 en el Carnegie Hall de Nueva York y al famoso disco grabado aquel mismo año con el jazzman Stan Getz, aunque no fuese editado hasta 1964. Antes se publicó en el sello norteamericano Atlantic en 1962 el long play Joao Gilberto. The boss of the Bossa nova, con doce temas, acompañados algunos por Jobim, otros por el grupo de Walter Wanderley o bien por la guitarra sola del cantante. Pero este no iba a ser el disco del lanzamiento mundial.
A partir de 1962 la joven esposa del cantante, Astrud Gilberto, fue contratada como vocalista de la orquesta de jazz de Stan Getz, al mismo tiempo que João Gilberto empezaba a actuar en Europa. Al publicarse el mítico Getz/Gilberto featuring Antonio Carlos Jobim en el sello Verve en 1964, con la célebre versión de 5,15 minutos de "The Girl from Ipanema", la revista Down Beat escribió que desde hacía cuarenta años nadie influía en la música norteamericana como João Gilberto con aquella grabación. El tema se mantuvo en la lista de éxitos de la revista Billboard durante 96 semanas y fue uno de los 25 discos más comerciales del año en Estados Unidos, donde vendió un millón de copias y obtuvo seis premios Grammy.
Contribuyó sin duda la popularidad previa de Stan Getz, conocido con el apodo "The Sound" por el sonido característico de su saxo tenor, su sentido de la melodía y la pureza musical de su estilo innovador, abanderado del cool jazz. Stan Getz dominaba la escena norteamericana durante las décadas de los 1940 y 1950 con sus cuartetos y quintetos. En 1961 ya había grabado un disco titulado Jazz Samba, igual como aquel mismo año 1961 se había editado en el mercado norteamericano el long play Brazil's brilliant Joaão Gilberto, procedente del disco brasileño O amor, o sorriso e a flor, así como al año siguiente The boss of the bosssa nova con las canciones de la grabación brasileña de 1961 titulada João Gilberto. En 1964 aparecería Getz/Gilberto Núm. 2, grabado en vivo en el Carnegie Hall.
La consagración mundial de la joven cantante Astrud Weinert, con quien João Gilberto se había casado en Brasil en 1959, cuando ella tenía 19 años (tuvieron el hijo João Marcelo en 1960), no se vio acompañada por un reconocimiento artístico a la altura del triunfo comercial. La joven brasileña había empezado a cantar gracias a poder hacerlo en inglés y hallarse junto a João Gilberto en el momento de grabar con Stan Getz. Su estilo vocal frío e inexpresivo triunfaría más a lo largo del mundo que en Brasil. Cuando Astrud Gilberto se encontraba en la cúspide del hit parade norteamericano con su interpretación de "The girl from Ipanema", podía pasear por Ipanema sin ser reconocida por casi nadie
El éxito discográfico del matrimonio Gilberto significó también su divorcio en 1965, traumático para João. Desapareció prácticamente de la circulación durante casi diez años. Alternaba el retiro anónimo entre Nueva York y México, dentro de su talante reservado de siempre, mientras Astrud Gilberto triunfaba en continuas giras mundiales junto a Stan Getz. En 1966 se casó en segundas nupcias con la cantante Miúcha Buarque, hermana de Chico Buarque, con quien aquel año tuvieron en Nueva York a la hija y futura cantante Isabel Bebel Gilberto, una de las voces brasileñas que volvería a vender más discos en el extranjero (un millón y medio de copias de su primer disco Tanto tempo, el año 2000).
El 1971 el cantante publicó el disco João Gilberto em Mexico, con temas com "Farolito" (Agustín Lara), "Bésame mucho" (Consuelo Velázquez), "O sapo" (João Donato) y "De comversa em comversa" (Lúcio Alves). Aquel mismo año regresó a vivir con intermitencia en Brasil y actuó en televisión interpretando la canción "Aguas de março", recién escrita por Tom Jobim. El 1977 editó el nuevo disco Amoroso, con versiones sublimes de "Bésame mucho", "S'Wonderful" (Gershwin) o la italiana "Estate". En julio de 1985 ofreció la actuación que daría pie al disco doble Live at the 19th Montreux Jazz Festival, y acto seguido al fabuloso larga duración Brasil, en homenaje a Bahía, con participación de Maria Bethãnia, Caetano Veloso y Gilberto Gil.
El Festival Internacional de Jazz de Montreux (Suiza) se convirtió pronto en una de las principales plataformas de la música latinoamericana en Europa, en especial de la brasileña, hasta el punto que estructuró su programación en cuatro secciones: jazz, pop, funk y Brasil. Intérpretes brasileños se presentaron ya en Montreux en 1973, y João Gilberto repitió en 2001. También ofreció en 1989 un multitudinario recital al aire libre en los Jardines de las Tullerías parisinas y en 2001 en la sala Olympia, llena hasta la bandera, donde cantó dos veces su versión magistral del clásico de Charles Trenet "Que reste-t-il de nos amours".
En 1991 fue el turno del disco João, sin ninguna bossa nova, con sambas antiguos y nuevos como el clásico "Ave-Maria no morro" (Herivelto Martins), una canción en italiano como "Málaga" (Fred Bongiusto), una en español "Una mujer" (Paul Misraki/C. Olivari), una en francés "Que reste-t-il de nos amours" (Charles Trenet/Léon Chauliac) y otra en inglés "You do Something to Me" (Cole Porter). El año 2000 João voz e violao (premio Grammy al mejor disco de world music del año), contenía nuevas versiones depuradas de "Desde que o samba é samba" (Caetano Veloso), "Coraçao vagabundo" (Caetano Veloso), "Eclipse" (Margarita Lecuona), "Desafinado" y "Chega de saudade". En 2004 el álbum João Gilberto in Tokyo empezaba con "Acontece que eu sou baiano" y seguía con nuevas revisiones de "Doralice", "Corcovado", "Wave" y "Rosa morena".
João Gilberto se caracterizó a lo largo de todos esos años por reversionar a cada ocasión viejos títulos, con un legendario perfeccionismo que le llevó a grabar cerca de treinta veces "Rosa morena" (Dorival Caymmi) porque no le acababa de agradar el sonido que lograba extraer de la letra. No concedía casi nunca entrevistas, sus giras eran reducidas y vivía retirado en su piso de Leblon, pero todos le reconocían como el maestro indiscutible. Caetano Veloso dijo: "Mejor que esto [refiriéndose a los grandes de la música brasileña] solo el silencio. Y mejor que el silencio, solo João". Cabe añadir que la misma definición fue atribuida a Carlos Gardel por el poeta Evaristo Carriego, cuando finalizar una de sus actuaciones en el cabaret O'Rondeman de Buenos Aires le dijo: "Le felicito por ser superior al silencio".
Asistir a uno de los escasos recitales de João Gilberto, en Brasil o cualquier parte del mundo, era como participar en la liturgia del rosario, con la particularidad que aquí todos los misterios eran de gloria y que la parroquia aplaudía y vitoreaba con estrépito. En cambio el ambiente arriba del escenario era monacal, ocupado exclusivamente por un señor bajito, taciturno, vestido de oficinista, sentado en una austera silla, curvado sobre la guitarra ("o mestre do banquinha-e-violao"), con una mirada ausente y capaz de cantar treinta pequeñas maravillas seguidas sin decir ni una palabra entre cada una. Algunas noches hacía un bis formado por veinte canciones más, completamente al margen de la medida del paso del tiempo, suspendido en un instante indefinido de talento, cargado de una riqueza inagotable en su desnuda sencillez: la pura esencia de la música en vivo.
De su voz supuestamente soñolienta y su guitarra aparentemente petrificada entre los brazos hacía brotar un estallido de genialidades, una explosión de música sin necesidad de decibelios. Tan solo un hombre, una guitarra, una silla, un micrófono y el talento. El desbordamiento lo ponía el público entre canción y canción, porque algunos placeres culminantes solo se pueden celebrar con un rugido. El señor del escenario fingía no inmutarse, pero sabía que la energía de aquel rugido era el contrapeso de cada pieza, el eco que cada canción necesitaba, la expresión de la fe compartida en un rito que se materializaba en ambas direcciones, a cada uno de los extremos de la sala: interpretar para el público, escuchar a un artista. Podía parecer que João Gilberto ni parpadeaba ante los aplausos, cuando en realidad los medía al milímetro. Era el espectáculo de la laboriosa serenidad del genio, el despliegue de la condensación de una vida y una época, el arte del sobrio escultor de sonidos, de la economía de efectos y notas, de la fortuna de los medios tonos. Yo estuve y ahora vuelvo a escucharlo remasterizado por 7’99 €, casi con el mismo rugido.
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