El Consejo Comarcal de l’Alt Penedès acaba de instalar treinta miliarios explicativos sobre el paso de la Vía Augusta romana por la comarca, dentro de una iniciativa destinada a fomentar las visitas turísticas y el conocimiento histórico que cuenta con el apoyo de la Diputación y los fondos europeos del programa “Las Vías Romanas en el Mediterráneo” (VREM). La idea es admirable, pero carente de visión de conjunto si solo se aplica al Alt Penedès, donde el paso de la Vía Augusta no fue ni más ni menos importante que en el resto del trazado de ese eje terrestre entre Cádiz y Roma. La Vía Augusta romana no dejó de ser una mejora de la anterior Vía Heráclea de los íberos, mucho menos considerados y estudiados dentro del prestigio histórico general. Tampoco se puede olvidar que el transporte por
tierra de personas y mercancías era entonces muy inferior a la ruta marítima.
tierra de personas y mercancías era entonces muy inferior a la ruta marítima.
La romanización se ve magnificada con frecuencia, en detrimento de los ocupantes anteriores del territorio, aunque los romanos significasen sin discusión una nueva etapa de modernidad, la aplicación del derecho romano, el aprendizaje de nuevas técnicas y un conjunto de beneficios acompañados por la crueldad de los enfrentamientos bélicos y la cruda explotación de la esclavitud como principal modo de producción colonial.
El belicoso Imperio romano demostró una gran capacidad de subordinar a otros pueblos, estabilizar su administración, crear un espacio económico común y coordinar la anexión con la colonización. Sin embargo la historia de este territorio no comenzó con los romanos, ni tan siquiera el trazado de su Vía Augusta. Simplificar y resumir la historia es una necesidad didáctica de primera importancia que no significa recortarla ni sesgarla.
Se acaba de inaugurar un moderno museo monográfico sobre los íberos en Jaén, con un presupuesto de construcción de 27 millones de euros. Pero no es preciso desplazarse tan lejos. El yacimiento ibérico de Ullastret (Baix Empordà) y su sala de exposiciones con las piezas halladas permiten entender claramente que los pobladores de esta ciudad de unos 6.000 habitantes (el actual municipio tiene 300) no eran unos salvajes en taparrabos, sino una civilización urbana con lengua y escritura propias, desarrollo urbanístico y estructura política. Después, seis siglos después, llegaron los romanos. La lengua con la que los íberos redactaron las inscripciones halladas en Ullastret ni siquiera ha sido todavía descifrada.
Se acaba de inaugurar un moderno museo monográfico sobre los íberos en Jaén, con un presupuesto de construcción de 27 millones de euros. Pero no es preciso desplazarse tan lejos. El yacimiento ibérico de Ullastret (Baix Empordà) y su sala de exposiciones con las piezas halladas permiten entender claramente que los pobladores de esta ciudad de unos 6.000 habitantes (el actual municipio tiene 300) no eran unos salvajes en taparrabos, sino una civilización urbana con lengua y escritura propias, desarrollo urbanístico y estructura política. Después, seis siglos después, llegaron los romanos. La lengua con la que los íberos redactaron las inscripciones halladas en Ullastret ni siquiera ha sido todavía descifrada.
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